Los pueblos de las distintas culturas han manifestado a través de la historia una estrecha unión con fuerzas superiores; fue esta relación la que motivó a los hombres a honrar a sus dioses con grandes templos y monumentos. No fue sino hasta el nacimiento de Jesús el Cristo en el que el hombre convivió junto al Dios vivo.
El verbo encarnado no solamente cumplió con las profecías de Antiguo Testamento sino que predicó la palabra del Padre dejándonos el legado más rico de la historia: la confirmación de la existencia de un Dios Vivo y la vida eterna para nosotros, sus hijos en este mundo.
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La Virgen |
Fue Jesús el fundador de la Iglesia y sus Apóstoles los mensajeros de la Palabra. Así después de la revelación de Dios a través de su hijo, el hombre (igual que sus antepasados) dedicó grandes construcciones para su culto y el de su Madre la Santa Virgen María.
Es María el verdadero ejemplo de Fe, la mediadora entre nosotros y su Hijo.
De esta manera el culto a María se propagó por todo el mundo cristiano, venerándose a la Madre Dios en sus distintas advocaciones.
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Padre Salvaire |
Nuestro país desde 1630 tiene la protección de María de Luján; fue ella quién acompaño a la patria en sus horas más difíciles, a Ella acudieron grandes hombre de nuestra historia y el pueblo argentino que desde el primer momento confió plenamente en los milagros de la Virgen.
Fue el pueblo argentino guiado por el espíritu batallador y decidido del Reverendo Padre Don Jorge María Salvaire, digno discípulo del esclavo Manuel, quién quiso agradecer tantos milagros ofreciéndole el 8 de mayo de 1887 una Corona Imperial símbolo de su potestad divina sobre la tierra. Pero el amor de su pueblo iría aún más lejos, pronto el Padre Salvaire comenzaría a hacer realidad su sueño: levantar a la imagen un templo digno de su honor.
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La Corona |
Esta difícil y ardua tarea comenzó a gestarse en 1890 para finalizar en 1935.
Hoy, el sueño de Salvaire del pueblo argentino se halla concretado gracias al esfuerzo de un país que no titubeó la hora de colaborar con la obra. Poco a poco el relieve llano de la pampa fue alterándose con la erección del Santuario gótico, con sus artísticos arbotantes y sus torres que tocan el cielo. En sus paredes miles de nombres y apellidos dan testimonios de los portentos divinos obrados por María de Luján.
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